FATTORUSO: “El buen gusto se tiene que imponer”(*)

Hugo Fattoruso es montevideano de nacimiento, músico de nacimiento y defensor del folclore uruguayo por circunstancias de la vida. Se dio a conocer en los 60, cuando apenas era un adolescente y formó junto a su hermano el grupo inspirado en el rock inglés, The Shakers, punto de partida de la música moderna en Latinoamérica. Hoy día es un capítulo del que prefiere no hablar en sus entrevistas. Los abusos sobre los derechos de autor y el hastío que siente por el pop y rock son los principales culpables. Prefiere el folclore fusionado con los más diversos estilos a través de su piano.

– ¿Recuerdas la razón por la que el folclore empieza a interesarte?

Pasé inadvertidamente de adolescente a adulto. Ni siquiera sé si soy adulto porque fui adolescente muchos años, un gilipollas y un pendejo, capaz que sigo siendo…pero ahora tengo mucho cuidado de no serlo. Ahí el folclore es irrefutable, es imbatible. Me di cuenta de que la música ciudadana no me interesa, me interesa el folclore, la música regional y la música tradicional.

– ¿Qué es la música ciudadana?

Pues es fashion, es lo que genera una ciudad, no es folclórico, no es tradicional, es fashion. Hay de todo, es interminable. De la música ciudadana, la que me gusta a mí, es el tango, y es de los suburbios, no de academia.

– Tú tocas jazz, se puede decir que le sucede lo mismo, ¿no?

Lo que pasa con el jazz es que tiene las dos: tiene el auténtico que es africano y tiene el del algodón del sur. Los coches que salieron con el horrrrrrrrrrrrnnn, los edificios, las orquestas con los trombones. Ves todo eso, la Revolución Industrial, y suenan espectacular. Billy Mays, Quincy Jones con los bronces, te parten en medio, es una música de la puta madre que lo parió. Es ciudadana. Vino de las sandalias, del pie del suelo; pero en las ciudades la dejaron espectacular, porque la otra música ciudadana ¿qué es? es una mierda.

– ¿Te interesan otras culturas musicales?

Sí, todo lo que me puedo traer en un CD, en la retina o en la cabeza es mío. Como soy muy atrevido, muy caradura, incluyo en mi música cosas que me conmueven y que provienen de ahí. Tengo melodías que provienen de lo que me ha sensibilizado de la música de Egipto, Turquía, Argelia y el pop árabe. La música árabe es como ellos, interminable. Ves la punta del desierto pero no ves el fin. Es toda igual y es toda diferente, no termina nunca. Me seduce, me fascina, es espectacular.

– ¿Es un buen momento para las músicas del mundo?

Sí, pienso que sí. Es un despertar de la conciencia. Convivimos con todo, tanto sea de la chatarra alimenticia como del arte, hay chatarra y hay cosas buenas. Coexistimos.

Fattoruso ha tocado por medio mundo y vivido en el otro medio. Trabajó con Djavan en Brasil, con Milton Nascimento fue nominado a un Grammy, y, en general, parece que este estilo, la música étnica, le ha producido más alegrías que desgracias. Con su cuarteto Rey Tambor lleva el candombe, música de tambores afro-uruguaya, allá donde quieran oírlo. Y le va muy bien. Tan bien le funcionan ahora los proyectos como mal fueron antes. De hecho, cuando volvió de EEUU a Uruguay no tuvo tanto éxito como esperaba y llegó a quedarse sin trabajo: “yo, por reacción natural, cuando me llaman para un trabajo digo automáticamente que sí, porque yo pasé muchos años sin trabajo. Y pasé hambre, no mucho, pero conocí el hambre…”

– Las músicas actuales que se inspiran en el folclore, ¿son una evolución del pop y el rock? ¿Son “lo siguiente”?

¿Una evolución? pero si hay cosas que involucionan, que tocan lo mismo.

– Pero ¿podríamos dar por superado el pop y el rock?

Hay que vomitar para no comer más lo que te hizo mal. Hay gente para todo.

– Pero la llegada de estos estilos musicales ocupó todo el panorama musical. Además, vende y produce dinero.

Los departamentos de cultura de los diferentes países son responsables del buen gusto. De la música nacional te van a vender lo que te quieren vender, de repente hay cosas buenas, pero la mayoría son cosas empaquetadas… El buen gusto se tiene que imponer.

– Sí, pero el pop y el rock llevan mucho tiempo manteniéndose.

Hay basura por todos lados. ¿Cómo puede ser que haya tantos McDonalds por todos lados? Es incomible, es cartón. Y está por todos lados, toda la gente va allí. Y bueno, si se meten eso para dentro, imagínate. Lo contundente es irreversible. Lo bueno es bueno, y lo mediocre es mediocre.

En uno de los descansos que aprovecha para fumar, comenta que cuando tocaba con The Shakers hizo muchas tonterías, una de las más grandes aún le hace torcer el gesto al recordarlo: firmó un contrato por el que los músicos ganarían solamente cuando tocaran, lo que implicaba la pérdida, para siempre, de los derechos de autor – ¡incluso tengo una foto en la que sonrío mientras lo firmo!

Al sacar este tema, el de los derechos, le pregunto sobre una cuestión que levanta ampollas, pero que no puedo evitar pensar.

– ¿No deberían ganar los músicos por lo que componen o tocan en concierto y no por la música que graban?

Eso habría que hablarlo, habría que regularlo honestamente; aunque yo no sé cómo se hace. En Sudamérica es todo aún más salvaje y más despiadado, ¡todo! En los países escandinavos se protegen y regulan los derechos del autor, cuando, por ejemplo, tocan sus temas en la radio. Aquí los derechos pertenecen a las entidades que los regulan. Componen un tema que se llama “Amor”, otro que dice “Te quiero”…y los programan en las planillas, pero nunca son tocados. Y ponen que eso fue tocado, pero no lo fue, y mientras recibiendo dinero. Son ladrones.

El cono sur es el gran desconocido musical. Apenas sabemos de sus grupos y de su música a pesar de ser los únicos con los que España comparte idioma.

– A Europa nos llega poca música de Latinoamérica ¿por qué crees que sucede esto?

Los departamentos no nos mueven. Te voy a contar una anécdota: en un vuelo en París se me acercan unas chicas y me preguntan si soy fulano de tal.

– Sí soy yo.

– ¿De dónde venís?

– De por ahí, de tocar, de trabajar.

– ¿Y ustedes, de dónde vienen?

– Del Líbano.

– ¡Ah, qué música la del Líbano!

– Sí, pero se murieron por la música de Uruguay.

– ¿Le mostraron música de Uruguay?

– Sí, y les encantó.

– ¿Y quienes eran?

– Familiares, gente de allí.

– ¿Y que les mostraron?

Bajo fondo, ¡por supuesto!

– …me está tomando el pelo. ¿¡Bajo fondo, Uruguay!? Eso son dos uruguayas orgullosas de haber mostrado algo lugareño. O sea, no entienden un carajo. Además ¡me dijeron “por supuesto”!

Es un hecho: “en todas partes cuecen habas”.

A pesar de llevar cinco décadas en un negocio tan duro afirma que “Estoy muy conforme porque encontré la veta de que hago lo que me manda el corazón, y estoy en paz; ya he trabajado como mecánico de motos, como mensajero; puedo hacer cualquier trabajo y lo voy a hacer. Entonces imagínate, si puedo hacer música, que es mi pasión, ¡mi pasión!…”

Esther Martín Sánchez-Ballesteros (Periodista española) (esthermsb@hotmail.com)

(*) Autorizada su publicación por la periodista

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