MARINO MACEDO, murguista (de los de antes)

Con el carnaval en la sangre.

“Somos nosotros mensajeros de alegría / y no los pretensiosos con miras de triunfar”Estas estrofas de una murga del Barrio López provocaron tremenda trifulca una noche del carnaval oficial, enfrentándose a integrantes de su similar del Barrio Artigas. Responsable principal, por ser director y letrista el “Negro Marino”, que cuenta la historia: “fue en un concurso oficial en el Parque Rodó, allá por los años sesenta y pico, actuábamos todos.  Nosotros teníamos una letra que hablaba sobre mensajeros de alegría y así se llamaba la murga de ellos. Cuando estaban actuando, pararon y Bica –su segundo director- habló dirigiéndose y dijo que ellos no eran pretenciosos y que salían en carnaval para divertirse; entonces subí y pedí la palabra, dije que mi intención no era atacar a nadie pero si lo tomaron así allá ellos.

Además mi letra había sido presentada una semana antes y no me la habían rechazado en la Intendencia, pero lo tomaron a mal. Después me bajé y ellos quedaron en la vuelta protestando. Nosotros los esperamos afuera porque calculábamos que se iba a dar, ¡y se armó nomás! ¡Ah, la tal gresca! Pero una gresca general; y no eran sólo los murguistas sino las hinchadas también –del Barrio López estaba todo el mundo- y nos dimos como en bolsa. El caso fue que al otro día fuimos con la murga al Barrio Artigas a aclarar el asunto, al propio local de donde sacaban la murga, íbamos bien preparaditos, a las dos de la tarde; eso sí, se quedaron chiquitos, porque el Barrio Artigas era bravo y nosotros éramos duros. Pero al final conversamos y no pasó nada y aclaramos la cosa. Eso sí, la noche de la trifulca fue brutal”.

Nelson Marino Macedo Silva, 62 años, nacido un 24 de diciembre en Mataojo Grande, departamento de Salto, 5 hijos, 6 nietos, 45 años de casado, “cuando tenía 5 años vinimos a vivir al `Barrio las 3 M´, allí atrás del parque en casa de los Santana, en Treinta y Tres y Oliva, donde vivían el finado Esteban y Jorge, después me radiqué en el Barrio López, desde hace 43 años”.

¿Así que sus padres eran de campaña?

– … pero brasileros. Mi padre de Cruz Alta y mamá de Santa María Boca do Monte. Ellos fueron “dados”. A mi madre la trajeron los Milán y los Rodríguez Leal al finadito mi padre. Nosotros en total somos cinco hermanos.

A los nueve años se vino al barrio…

– Sí, y aquí me crie y aquí vivo. Fui a la Escuela 50 hasta segundo o tercero por ahí, incluso me acuerdo de algunos compañeros como Monestier Allo, los Lencina, y la maestra era la señorita María Esther Castrillón; también estaban Maciel, una Dalprá que era terrible, el maestro Vidal… Después salí a trabajar, tendría 12 años y había perdido a mi madre, nosotros carecíamos de muchas cosas y éramos cinco gurises. Papá trabajaba de hojalatero, también era peluquero y yo fui a trabajar a las chacras, arando, plantando y también a la arrocera.

Viviendo en este lugar supongo que es hincha de Central…

– Yo soy hincha de Peñarol, fanático de Peñarol.

¿Pero jugó en Central?

– A los 16 o 17 años, más o menos. Antes jugué en el Dínamo de Odalís junto al “Gordo Cantera” que era golero, Coito que jugaba “de 5”, el “Gallineta”, ¿y sabés quien más estaba? ¡Estaba, que era una “pinturita”!, el hermano del “Pocholo” Bentancurt, el “Luisito” Bentancurt. ¡Qué jugador”. Yo después fui a jugar a Tranqueras de Rivera, me llevó Machado.

Su barrio era famoso por las trifulcas y reyertas que se armaban, incluso le decían “el barrio de los cowboys” comparándolo con las películas del oeste…

– Es cierto, era bravo. Lo que pasa que la gente vivía equivocada, era bruta, con falta de roce, eran todos de campaña, andaba con cada machete y con cada revólver, y se formaban líos con la policía. Vos mirabas feo a uno y ya te salían cuatro o cinco. Había líos casi todos los días, de mediodía, a cualquier hora… hasta la mujeres mismo. Era otra época, hoy ya no pasa eso, incluso son muy pocos lo que andan “mamaus”; vos vas a una cancha de taba, que hay por todos lados y no pasa nada. Yo creo que la misma bebida y con alguna barrita, te llevaba a hacer cualquier cosa; además lo que se tomaba era caña blanca a toda hora. Me acuerdo que a Artigas Soto, que tenía el boliche en la esquina, lo llamaban a las dos o tres de la mañana: ¡Che Artigas levantate y vendeme medio litro de caña!, y él se levantaba.

Marino, carnaval, tamboril y murga.

– Desde 1946 con “Farolitos del Barrio”, que la sacaba mi padre y uno de sus integrantes era Urbano Piñeiro, pero la primera que saqué fue en 1947, no recuerdo el nombre. En aquel entonces Edmundo Rodríguez sacaba “Los caídos de la cuna donde estaban el “Gaucho Pocas Plumas” y Odalís. Actuábamos en las plazas y en el Parque; recuerdo un tablado en un almacén de un tal “Chumbito”, en calle Ituzaingó. Pero seguí sacando otras murgas, siempre de aquí del barrio.

¿De qué forma se vestían las murgas?

– Muy sencillamente, no traíamos de otro lado el vestuario, era ideado por uno mismo. Se usaba un “pajilla” o un sombrero de cartón, telas brasileras, pantaloncito negro o blanco y tamboriles.

¿Colaboraba la gente del barrio?

– ¡Cómo no! Traían tortas, gallinas para rifar, de todo… y nos acompañaban en los ensayos. Además la gente se resentía si no íbamos a sus casas a cantar; venían los gurises a decirnos: “mandó a decir papa, que día van a ir por allá”. Muchas veces la murga salía a las dos de la tarde y cantándole a un vecino aquí, a otro allá, y trago viene y trago va, había que aguantarse porque a las nueve se tenía que estar en el corso oficial, y el tiempo no alcanzaba.

¿Qué otras agrupaciones participaban en el corso?

– “Batiendo lo Justo”, del “Gordo” Presa, que salía del barrio “Las 3 M”; el “Tigre” Sganga, con “Mensajeros de la Alegría” del barrio Artigas; Odalís Sosa “Tachuela” con sus “Locos de Verano” de por ahí del barrio Montevideo; estaba también la comparsa de un muchacho Alfredo, que venía de cerca del cuartel viejo, llamada “La Milonga Nacional”; otra comparsa la sacaba don Fernández, el padre de Excelso Fernández. Los corsos eran por el centro nomás, con la amplificación de Radio Boliche, que estaba en el tablado oficial.

¿Cómo se movilizaban los conjuntos?

– A pie, mi murga siempre anduvo a pie y actuábamos en todos los barrios. Íbamos a la bodega Carlín a pie. Mi murga se movía, hacíamos la plata y cumplíamos.

¿Cuál era el contenido de las letras, que melodías utilizaba?

– Escribíamos mi hermano y yo, a veces papá. ¡Había tantas cosas lindas para sacar una letra!, se hacían comparaciones, pero siempre la hacíamos nosotros, nunca trajimos letras de Montevideo, ni de otro lado, eran nuestras nomás, y con música de actualidad, por ejemplo “Allá en el rancho grande”, “Paloma”, “Los ejes de mi carreta” y otras. No había grandes voces, lo importante era que sonara parejita arriba del tablado, también que se hicieran travesuras y metiera bochinche y que la gente le gustara.

¿Un tamborilero?

– El “El Negro Tucha”, Timoteo de los Santos. Un verdadero maestro en el tamboril, nunca salió conmigo, aunque me lo prometió muchas veces.

¿Los Gorilas fue su última murga?

– No, la última se llamaba “Aquí está pa´ que la vean”.

¿Diferencias con las actuales?

– Ahora son pura política, y son millonarias… ¿Cuánto cuesta un vestuario traído de Montevideo? Si yo, por ejemplo, quisiera sacar una murga, no podría, sólo que alguien me ayudara. El que me ha hablado es Vareliano Alvez, ¿te acordás que sacó la comparsa “Tamboriles de Tacuarembó”? no hace mucho. Pero él se fue a Montevideo después. Estuvo muy animado, ya que tiene unos cuantos hijos, yo tengo los dos míos y otros morochos, además la gurisa mía se anima a bailar, pero había que dedicarse mucho tiempo.

Lo he visto con tamboriles rodeado de niños en los campeonatos de fútbol interescolar.

Los tamboriles los llevo para alentar, ya que dirijo el cuadro de la Escuela 50 y de la 147.

¿Qué les trasmite a esos niños?

– Que si se ponen una camiseta deben defenderla. No los dejo dar patadas, no los dejo pelear, si van a la cancha es porque van a jugar. Siempre el deporte como amistad, no ir bruscamente contra el contrario. Con la Escuela 50 fuimos vicecampeones en Rivera, de aquí salieron el Víbora Silva, Ignacio González, el Coco Lemos, el arquero de Central, Sergio Luna y otros.

¿Usted trabajó un tiempo en el Parque 25 de Agosto como canchero?

– Si, en el lugar de mi padre y también fui juez de fútbol durante 17 años.

Amigos ha tenido… nómbreme uno.

– Si tuve… y tengo uno, el Lucho Madruga. Y tuve otro que fue amigo, pero después que entró en la bebida…

Los tiempos cambian…

– Los tiempos han cambiado; fíjate que yo jugaba al fútbol y salía en murgas y no fumaba delante de mi padre, recién vine a fumar delante de él a los 25 años y fue porque me lo permitió y lo habían pedido mis amigos… de eso me acuerdo hasta ahora. Hoy cualquier gurí te pide un cigarrillo.

¿Cuántos nietos tiene?

¡Che Julia! ¿Cuántos nietos más o menos tenemos?

– ¡Seis! – Contesta doña Julia, desde otra habitación.

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Marino Macedo, hombre inquieto. Murga y fútbol. Con comité, “toda la vida fui blanco”, del Movimiento de Rocha. Funcionario del Centro de Barrio Nº2. Sintiéndose “horcón” de la familia con 45 años de casado con doña Julia, quien le toleró el carnaval y el fútbol, “ella era la más entusiasta”, y considerando que “mi vida ha sido pobre, a veces carenciado de muchas cosas, pero siempre trabajando”. Orgulloso frente a sus hijos, resaltando su respeto: “ellos nunca me contestaron” y sintiéndose orgulloso de los mismos.

Hoy cuando las lonjas duermen en recuerdos candomberos, y un infarto lo aproximó a la muerte, el Negro Marino continúa conservando su figura patriarcal de barrio, y al decir de los vecinos: “es una persona respetada”.

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(*) Reportaje de Gustavo Bornia con fotografías de Edison Moas de Lara – Publicado en Semanario «Batoví» el 16 de noviembre de 1990 en la sección La Gente.

 

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