EL ESPEJO SOY YO / Por Guillermo Chiribao

O sea, de ahora en más se terminaron los espejos, el espejo soy yo.

No está mal que en la política o en la vida, las personas tengan espejos en los cuales mirarse, referentes para intentar imitar sus buenas acciones y seguir sus ejemplos.

Pero el asunto que referiré hoy es de tal gravedad que debería provocar una reflexión seria de las autoridades del Partido Nacional.

El ascendido, a fuerza de dinero propio o ajeno más que de sus propias ideas o acciones, licenciado Juan Sartori, ha dicho que lo han comparado nada menos que con Aparicio Saravia y con Wilson Ferreira Aldunate.

Sartori publicó un libro. Según las reseñas difundidas, la obra está escrita en primera persona. Allí el licenciado, y en primera persona, volvió a afirmar que se lo comparaba con esos históricos caudillos blancos.

Esa osadía, si se analiza debidamente, puede ser muy peligrosa ya que sus consecuencias atentarían contra la propia estabilidad y estructura de un partido político trascendente en la vida uruguaya.

Hasta el presente hemos visto candidatos o dirigentes políticos de todas las colectividades, basarse en las enseñanzas de los héroes o figuras más importantes de sus partidos. Han señalado que siguen sus ejemplos, conductas e idearios. Pero nunca – hasta ahora – ningún candidato se autoelogio de esa manera, llegando a bajar de los pedestales de las historias partidarias y patrias a esos íconos para intentar ocupar sus lugares.

No es que se baje a nuestra estatura a la figura del bronce para hacerlo más humano y más cercano al pueblo. Lo bajo para autoproclamarme prócer, héroe, heredar su liderazgo y ponerme en su lugar.

O sea, de ahora en más se terminaron los espejos, el espejo soy yo.

De ahora en mas no necesitamos historia partidaria, la historia soy yo.

¡Llegué yo! Que en realidad me creo igual o superior incluso a aquellos. ¿Querían saber quién era yo? Acá me tienen.

No necesitamos más la historia partidaria y en el afán de desacralizar a los forjadores de la divisa, olvidamos todo. Por tanto transformamos a ese partido en algo superficial. Y a algo superficial, fácilmente se le puede faltar el respeto, sin que ello genere culpas ni responsabilidades. Minamos las bases las que un partido político, casi bicentenario, ha construido a base de luchas, armas, con muertos sagrados, muchas derrotas y pocos triunfos electorales, que seguramente le permitieron instalar su impronta en la historia del país.

Más pavoroso aún es el silencio de sus compañeros partidarios ante tamaña acción.

Correspondería que alguna autoridad seria y coherente, meditara la situación y llamara al aspirante presidencial, para comunicarle que el partido y sus héroes deben ser respetados, que no los puede someter a ese tipo de manoseos públicos, utilizando las imágenes de Aparicio Saravia y de Wilson para intentar ponerse a sus alturas. Nunca nadie aspiró a tanto. En ninguna colectividad.

Sería bueno que en honor al respeto a esas figuras y por sobre todo a sus luchas, esta persona recién llegada, asumiera con humildad que por más que algún despistado lo quiera comparar, él ante la historia es insignificante, o al decir de un entrañable amigo, un invisible.

Depende entonces de las autoridades hacer respetar la historia partidaria. Porque si ello no ocurre, seguramente la pérdida de respeto, se hará permanente y la colectividad ya no será la misma.

No es por tanto un tema menor a mi juicio. La mística, los precursores y los símbolos juegan un papel superior a la hora de evaluar la trayectoria y la conducta y seriedad de una colectividad política. Y eso ocurre acá y en todas partes del mundo, con precursores políticos y con mucho más razón con las grandes figuras de las naciones.

No otra cosa que venerar a sus grandes líderes, es lo que hacen los países al estampar simbólicamente sus imágenes, por ejemplo, en su papel moneda.

Líderes, gestas y fechas marcan a fuego la historia de cada colectividad.

De no ser así, todo daría igual y ya nada importará. No es buena cosa que se pretenda implantar el régimen, de los “sin ideas”, porque seguramente en el fondo, alguna idea perversa estaría manipulando la cuestión política.

¿Cuál es el modelo de funcionamiento?

Mucha gente ha intentado plantear modelos de horizontalidad, en los cuales la autoridad pierde vigor, con más o menos suceso

Si hoy personajes como el licenciado Sartori irrumpen ante las autoridades partidarias y toman directamente para sí imágenes como las de Saravia o Wilson, provocando además la burla de tanta gente, y la autoridad permanece callada, estamos al comienzo de una crisis de las estructuras partidarias.

Y ante ello debemos preguntarnos: ¿Se cambiará el modelo de funcionamiento? ¿Se llegará a un sistema de organización partidaria con relacionamientos horizontales, sin autoridades y llegado el caso sin estatutos o normas de sometimiento a la organización?

Sería muy novedoso, pero pecando de conservador considero que para una organización política, sería algo así como el caos, que desembocaría en su extinción.

 

  • Sobre el autor: Guillermo Chiribao nació en Tacuarembó y reside en Montevideo. Hijo de un zapatero remendón, es abogado de profesión. Blanco rebelde, orgulloso padre y abuelo.

 

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