BRASIL Y URUGUAY NO SE DETIENEN / Por Tomás de Mattos

El domingo 26 trajo a la región, con la certeza de los hechos ya inmodificables, la confirmación de que el Partido de los Trabajadores tendrá a su cargo un cuarto período presidencial consecutivo en Brasil y de que, bajo la incertidumbre de los hechos que deben concretarse en el futuro, el Frente Amplio (FA) encarará una instancia de balotaje con una ventaja que parece difícilmente descontable. De ganar el FA la elección, se convertiría, después de Chile, Bolivia y el ya referido Brasil, en el cuarto país de la región que será gobernado durante cuatro o cinco años más por un partido de los llamados progresistas.

Paradójicamente, los resultados de la elección sorprendieron por la estabilidad de nuestra realidad política, si se los compara con los de la votación precedente, de 2009. No se dieron los cambios que, mes a mes, reiteradamente, fueron anunciando las principales encuestadoras. El FA mantuvo su nivel de votación, disminuyendo apenas algo así como diez centésimos respecto del porcentaje de 2009. No creció lo proyectado el Partido Nacional (PN). Y el Partido Colorado (PC) no quedó estancado, sino que decreció sensiblemente. Apenas se verificó el crecimiento del Partido Independiente (PI), y habrá balotaje porque ningún partido alcanzó o superó el requisito constitucional de la mitad más uno de los votos.

Se repitió así la injusticia de que un partido que superó con creces el 40 por ciento de los votos (47,9) y que sacó una ventaja de más de diez puntos (17) respecto del que se ubicó en la segunda posición deba enfrentar el trance de una nueva votación cuando el electorado ya se volcó a su favor en la primera vuelta. El 30 de noviembre se confirmará esa decisión popular –lo que volvería innecesaria esa instancia, tan gravosa en costos financieros o provocadora de perturbadoras distracciones– o la modificará generando una inexplicable contradicción no atribuible al mero transcurso de treinta y cuatro días.

Por esas razones se han oído voces reclamando la supresión del balotaje. Es una cuestión discutible. En lo personal, creo que el balotaje es un engranaje del proceso de elección presidencial, que tiene la virtud de sostener un procedimiento que impone un único candidato por lema, sin atentar contra la libre postulación previa de los ciudadanos. Parecería que se evitarían los inconvenientes señalados si se atenuara la exigencia de una votación tan elevada y se adoptara un sistema como el vigente en Argentina, donde basta sobrepasar el nivel de 40% de los votos y sacar al más cercano oponente una ventaja de 10%. Con ese sistema, como vimos, el FA ya hubiera obtenido la presidencia, tanto en 2009 como ahora. Pero, después de todo, no deja de ser un respaldo muy respetable ganar por dos veces una misma instancia electoral.

Liber Seregni consideraba que se estaba ingresando a una fase de transición en nuestro sistema de partidos políticos. La primera, que venía de nuestros orígenes como república, caracterizada porque su trama estaba urdida por dos partidos políticos, el PC y el PN, terminaría desembocando en una tercera, también bipartita, entramada por un partido progresista y otro conservador. El progresista sería el FA y el conservador sería uno de los dos partidos fundacionales o ambos, fusionados en uno. Por ahora estamos todavía en la segunda fase, la de la transición, con la coexistencia más o menos equilibrada de los tres partidos, aunque al parecer terminándola. Los dos partidos del siglo XIX subsisten, pero deben aliarse para seguir pugnando por el poder. ¿Se fusionarán? ¿Es el Partido de la Concertación, que verán las elecciones municipales de mayo de 2015, una expresión anticipada de esa fusión? ¿O seguirá decayendo el PC, pasando definitivamente a un tercer lugar y dejando al PN, en el gobierno o la oposición, la dirección del rumbo del bloque conservador?

En el otro polo, el FA viene reteniendo con amplísimo margen el rol de núcleo conductor. En quince años, con o sin mayoría absoluta, se está consolidando desde el gobierno como la principal fuerza del país, con una convocatoria que ha oscilado, arriba o abajo, en 50% del respaldo electoral, estando cuando menos cercanísimo a 48%.

No le saquemos al oso su piel antes de que se lo cace definitivamente, pero parece que en las tres últimas elecciones el FA ha alcanzado la mayoría absoluta parlamentaria. Si no se agregaran los 30.665 votos observados (1,31%) o éstos mantuvieran la misma proporción que los ya escrutados, le corresponderían quince senadores y cincuenta diputados. Ganando el balotaje, Raúl Sendic sería el decimosexto senador y añadiría a la mayoría de Diputados la del Senado. En una palabra, por conservar una apretadísima mayoría de aproximadamente 150 votos y por ganar el balotaje dispondría de mayoría absoluta en ambas cámaras.

Para nuestras conclusiones no nos interesa demasiado el desenlace que –aunque desde perspectivas reales tanto nos importa– tenga la conservación o la pérdida de la mayoría parlamentaria absoluta. Aquí, la confirme o la pierda, nos sirve decir que el poder de convocatoria del FA le ha servido para disputar muy estrechamente, en las tres últimas elecciones, la mayoría parlamentaria absoluta.

Cuando culmine el escrutinio secundario, que implicará la apertura de los votos observados y que se estima que se verificará el sábado 1 de noviembre, se podrá comparar, departamento por departamento, los porcentajes de votación del FA en 2009, que ya tiene computados esos votos, con los de 2014. Por ahora, provisoriamente, mientras no dispongamos del escrutinio secundario, se puede afirmar que se ha consolidado como una fuerza operante en todo el territorio nacional.

Los resultados generales marcan, como vimos, el mantenimiento de un mismo nivel de votación, similar al de 2009. Es dudoso que pueda hablarse de un estancamiento del FA. Porque si bien en la región metropolitana ha acusado ese estancamiento y hasta un leve decrecimiento, en el interior ha habido un aumento casi explosivo. Hoy, en ningún lugar es menos de la tercera parte, con la salvedad de que falta incorporar los votos observados, se puede señalar que los porcentajes provisorios menores están en Flores (33,4%), Durazno (35,9%) y Lavalleja (34,5%) y los mayores, excluyendo a los metropolitanos, en el litoral.

Este proceso de maduración y consolidación del FA como una fuerza nacional ha generado descontentos que han mermado su convocatoria electoral. Hoy no le disputan el ámbito del progresismo, pero lo comparten, cuatro fuerzas gestadas desde ese descontento: el PI, Unión Popular, el Partido de los Trabajadores y el Partido Ecologista Radical Intransigente. Desvían votos.

Otra forma de desangrado electoral puede ser la de los votos en blanco. Lamentablemente, no dispongo todavía de una discriminación geográfica de este tipo de votos. Pero, desde que se la tenga, creo que será fácil asociar el descontento frenteamplista con el votante en blanco. En esta elección los votos en blanco se duplicaron. Pasaron de 0,99 por ciento en 2009 a 1,83. Se podrá confirmar o descartar la relación entre los frenteamplistas disconformes y el voto en blanco, examinando si se verifica una coincidencia entre un descenso de la votación del FA y un aumento del voto en blanco. Creo que es un extremo que debe ser cuidado si se quiere aumentar la votación del FA y promover su expansión como fuerza política.

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