Memorial en el Penal de Libertad / Por Jorge Majfud

Quisiera estar presente en la inauguración del monumento del Penal de Libertad a los presos políticos, pero por razones de distancia y tiempo no podré hacerlo. Ese lugar marcó fuertemente mi infancia, ya que allí estuvo mi abuelo materno y un tío, Urniso y Carlos Albernaz (torturados de formas bestiales, entre ellos por Nino Gavazzo, por dar de comer a tres tupamaros fugitivos en su campo de Tacuarembó), ambos ya fallecidos, al que visitábamos siempre con un largo y traumático recorrido desde las madrugadas hasta que después de muchas horas de esperas, revisaciones y humillaciones, lográbamos ver a nuestros familiares en el patio de juegos.

Allí, con pocos años y por mi memoria, pasé mensajes (como las resoluciones de los militares sobre algunos presos, lo cual fueron los únicos actos ilegales que he cometido en mi vida en casi un centenar de países a los que he estado y con casi un medio centenar de años de edad) que de otra forma no hubiesen llegado a los presos.

De alguna forma, muchos de los niños que estuvimos allí en los 70s, estaremos en Libertad el próximo martes, como esa tragedia nacional estará siempre en todos nosotros: invisible, pero presente.

El breve capítulo del libro póstumo de Eduardo Galeano refleja parte de esa historia (aunque se le filtró un error y nunca volvimos a hablar de esas historias después que enfermase):

Esa pregunta

La familia Majfud había sido acorralada por la dictadura militar uruguaya, había sufrido cárcel y torturas y humillaciones y había sido despojada de todo lo que tenía.

Una mañana, los niños jugaban en una vieja carreta cuando sonó un balazo. Ellos estaban lejos, pero el tiro atravesó los campos de Tacuarembó y entonces supieron, quién sabe cómo, quién sabe por qué, que el estampido venía de la cama de la tía Marta, la más querida.​

Desde esa mañana, Nolo, el más chico de la familia, pregunta y se pregunta:

-¿Por qué nacemos, si tenemos que morir?

Jorge, el hermano mayor, trata de ayudarlo.

Busca una respuesta.

Los años van pasando, como pasan los árboles ante la ventana del tren; y Jorge sigue buscando la respuesta.

El cazador de historias, de Eduardo Galeano, Ed. Siglo XXI, 2016.​

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*