CORONA SIN GÁRGARAS

¿Se imagina un país sin libertades? ¿Sin democracia? ¿Sin paz? ¿Se imagina un país donde las diferencias no se diriman “en el campo de las urnas”? Posiblemente, algunos pueden lograr una aproximación, por un colosal esfuerzo intelectual. Seguramente, muchos pueden testimoniar porque lo han vivido.

Durante más de diez años, la democracia brilló por su ausencia en nuestro país. ¿Que democracia? Aquella que a lo largo y ancho del mundo, para ser tal, requiere vigencia del Estado de Derecho, derechos humanos, separación y equilibrio de Poderes, auténtico ejercicio de la soberanía por el cuerpo electoral, ordenamiento jurídico presidido por la Magna Carta, respeto e imperio de la ley. La ruptura democrática, también tiene características similares en cualquier parte del planeta: falta de libertades, silencio forzado, persecuciones, proscripciones, vejaciones, sometimiento y muerte. En la Facultad de Derecho, atraídos por su calidad docente, los alumnos formaban corona alrededor de un prestigioso Profesor de Derecho Procesal. Como reacción inmediata ante el derrumbe institucional de 1973, sintió el llamado del deber cívico y decidió asumir la responsabilidad que la hora reclamaba. A través de sus artículos en el combativo diario “El Día”, expuso con lucidez, coraje, principismo y entereza. Potente voz que se alzaba inquebrantable, para mantener vivo en el pueblo, el valioso presente de Prometeo. ¿Hasta cuando podría sobrevivir su audaz y firme prédica? ¿Cuáles eran las poderosas razones que le llevaban diariamente a ofrendar libertad y vida?

Siete años después, el régimen con todo el poder en sus manos, estimó que era tiempo de institucionalizar y asegurar su ejercicio por largas décadas, reformando la Constitución a su gusto y medida. El convite fue para un Plebiscito en noviembre de 1980, con la finalidad de legitimar y convalidar el denominado proceso cívico-militar. Los líderes partidarios estaban proscriptos, presos o muertos. La sociedad necesitaba hombres nuevos, capaces de liderarla. Una vez más apareció la figura del Catedrático, para protagonizar un duelo tan desigual. Progresivamente, asumía el liderazgo de la resistencia. La partida parecía demasiado fácil para los detentadores del poder, que arriesgó a proponer un pionero debate televisivo; dos relevantes defensores del Proyecto frente a nuestro jurista y Don Eduardo Pons Etcheverry. Distantes temporalmente, puede percibirse como un episodio irrelevante, pero revestía una inmensa importancia, el país jugaba su futuro en aquel debate de única oportunidad. Fueron tan demoledores los argumentos, el tono y las razones democráticas, que al finalizar la polémica… la dictadura estaba de rodillas. ¿Realmente ocurrió así? realmente ocurrió así. Es historia real, no mágica.

¿Hubo algo más? Aunque quedaba poco tiempo, nuestro abogado –profesión históricamente denostada por los enemigos de la libertad- fundó un semanario radicalmente opositor, con un nombre desafiante, que conllevaba un mensaje irritante para el régimen… OPINAR. En pocas semanas, la publicación “de crítica abierta y desembozada” al régimen, asestó otros certeros golpes al “malhadado proyecto constitucional”. Apenas fueron autorizados unos pocos actos públicos, aunque en lugares cerrados. El 30 de noviembre la dictadura fue derrotada en las urnas, con el Dr. Enrique Tarigo como el héroe principal que condujo al histórico Pronunciamiento. El pueblo uruguayo consumaba con serenidad, sin estridencias, la más grande epopeya nacional de la segunda mitad del siglo XX. El formidable principista, conocería nuevamente la victoria en las internas partidarias de 1982. En 1984 el pueblo le confió la vicepresidencia de la República, por tanto el deber de contribuir principalmente al restablecimiento democrático. Pero ¿realmente fue así? ¿O es fruto del entusiasmo exacerbado del articulista? ¿Acaso una estrecha visión partidaria? ¿Un desborde de fantasía? Es público y notorio que así sucedieron los hechos… no es una fábula política más, ni una interpretación antojadiza del pasado. En tiempos políticos posteriores, el togado convertido en político, seguía formando corona con los jóvenes y los seguía convocando… para soñar, construir y gobernar. Jamás hizo gárgaras con sus hazañas, simplemente sentía que había cumplido con su deber de demócrata. Su nombre acompaña con justicia y de manera inmarcesible, la Galería de los grandes nombres de la nación.

Ante la proximidad de un nuevo 15 de setiembre –fecha de su natalicio- nos ha parecido oportuno rememorar con gratitud, algunas aristas destacadas del Dr. Enrique E. Tarigo, protagonista de acontecimientos que sirvieron de clarinada en América, ante la expectación y admiración de los hombres libres.

DR. JOSÉ GÓMEZ LAGOS

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*