Gracias, Maestro, por todo / Por Rafael Bayce (*)

Después de ver en acción al equipo uruguayo, completo y sin lesionados (infrecuente), comenzar el Sudamericano de Brasil 2019 con una espléndida exhibición futbolística, no se puede evitar compartir la admiración por lo conseguido durante los varios años continuados del proceso grupal y futbolístico liderado por el maestro Óscar Washington Tabárez, a quien siempre defendimos, como consta en varias columnas de Caras y Caretas. Baste solo comparar cómo juega este equipo 2019 con equipos anteriores, ni que hablar los de hace más de diez años.

Cómo fue quemando etapas, con suma paciencia e ignorando a los que lo querían ‘serruchar’ para sustituirlo, y a los que lo criticaban porque no saben de fútbol ni de grupos humanos, o porque tenían que afirmar estupideces radicales para alimentar sus personajes mediáticos. Revisemos esa paciencia y esa sabiduría, secretos de los éxitos obtenidos durante ese camino y plasmados en el moderno equipo de primera línea internacional que hoy nos representa.

Sabiduría, paciencia y persistencia

Se necesitaron esas tres virtudes para hacer lo que se hizo y lograr lo que se ha logrado.

La sabiduría es esencial, antes que nada, para elegir jugadores y seres humanos que fueran parte de un grupo humano de convivencia cotidiana; durante entrenamientos, viajes, torneos, compartiendo buenos, regulares y malos momentos individuales y colectivos, futbolísticos y humanos en general.

Hace más de diez años, Tabárez tuvo la autoridad y la audacia de eliminar a muchos jugadores consagrados y populares, todos ellos demasiado aburguesados, poco aptos para aprender y para hacer de tripas corazón, para refugiarse en el colectivo y no en lujos y urgencias individuales de nuevos ricos. Con ese gesto marcó, para siempre y a fuego, perfiles deseados e indeseables, conductas adecuadas e inadecuadas; en definitiva fue definiendo ejemplos vivos, modelos de rol, valores básicos, antihéroes.

Otro ejemplo de sabiduría tiene que ver con la capacidad del entrenador en conformar un mejor proceso de detección de talentos y el centro de alto rendimiento de la AUF, para el equipo mayor y para las selecciones juveniles, herramientas que ya venían siendo utilizadas en países, y también en clubes, futbolísticamente avanzados.

Para trabajar con especificidad y continuidad. Porque sabía bien que los jugadores uruguayos tienen comienzos futbolísticos desparejos, con claroscuros que hay que nivelar si se quiere prepararlos para ‘saltar’ del fútbol infantil al juvenil, y de este al de otros países más ricos. Y que, en definitiva, solo ese trayecto bien resuelto los hace madurar como para volver al seleccionado mayor en condiciones internacionalmente competitivas.

Hay ejemplar sabiduría, mientras tanto, en generar procesos de maduración mejorados y controlables. Hubo que tener mucho cuidado, en todo momento, con las rotaciones en el equipo, en el plantel y al interior del grupo humano de convivencia cotidiana. Y para manejar esto hay que saber hacerlo y además tener la paciencia necesaria para dosificar el fin de las titularidades y de las convocatorias con la introducción en el grupo, en el plantel y en el equipo, de nuevos jugadores.

En esto, lo más importante es graduar paulatinamente el ingreso y consolidación del nuevo, con la progresiva desvinculación de los anteriores. Como se ha dicho, para tener éxito en esto hay que saber mucho y hay que tener mucha paciencia, prudencia y perseverancia. La opinión pública, arrastrada por el periodismo deportivo, es ignorante, impaciente y voluble; todo lo contrario de Tabárez, que estudió, pensó y experimentó lo que sabe, y tuvo paciencia para las renovaciones y para aguantar a la prensa, a los empresarios y a la opinión pública manijeada.

Lamentablemente, excepto para los que lo han estudiado o los que lo han vivido, demasiados pocos saben cómo es un grupo humano deportivo de alta competencia, qué diferencia hay entre estar en el grupo y en el plantel; entre estar en el plantel y ser un probable titular; entre ser un titular y ser un referente en todos esos diferentes niveles de agregación humana y deportiva.

Los procesos y rituales de pasaje son muy importantes para el éxito deportivo. Los que no saben, es decir los que no estudiaron ni vivieron jamás ese tipo de procesos, no deberían vociferar abruptamente por la supuesta decadencia de algún número fijo anterior ni tampoco exigir a gritos la citación e inclusión de uno nuevo, por peor que sea esa decadencia y por estelar que sea el presente y auspicioso auge.

El manejo del grupo

Los jugadores son, antes que nada, seres humanos con una estructura psíquica particular y vulnerable; sus deseos, ilusiones, pertenencias, referencias, premios y castigos, inercias y costumbres están en juego y hay que manejar todo eso en momentos de alta competencia. Si no se cuidan los impactos de las decisiones en ese nivel, estamos afectando una estructura psíquica y un sustento básico para el rendimiento deportivo.

Si un jugador nuevo, extraño al grupo, es compulsivamente reclamado, y uno anterior, parte del grupo, es implícita o, peor, explícitamente señalado como inservible, no solo se resiente el criticado, sino su psiquis, su medioambiente familiar y amistoso y sus grupos de pertenencia, que también reaccionan.

Un jugador de quien se sospecha su decadencia puede ser muy apreciable dentro del campo, un relevo útil en el plantel, un personaje querible en el grupo que convive buenas y malas cotidianamente, y no solo futbolísticamente.

El jugador nuevo, parte de un recambio generacional o táctico, debe ser paulatinamente integrado al grupo humano, al plantel, al equipo y a su carácter de referente o vinculado con ellos. Si eso no se hace paulatinamente, el nuevo puede ser resistido en cada uno de esos niveles, lo que puede afectar gravemente su desempeño técnico.

No se debe insertar ni eliminar abruptamente a nadie. Nunca. El nuevo no tiene garantías de inserción ni de buenos rendimientos; ni es seguro que funcione mejor que el anterior a las primeras de cambio. Un mal proceso de inserción de nuevos y de desinserción de antiguos puede afectar el rendimiento de ambos, quedarnos sin el pan y sin la torta, y deteriorar la integridad del grupo humano, que se resiente de la imposición relativa de un nuevo desconocido y de la erosión de un antiguo conocido.

Los nuevos jugadores deben ser lentamente introducidos al grupo, al plantel, al equipo, a su lugar relativo en la estructura de los referentes, para que se vayan haciendo aceptar características y virtudes, para que no hiera al grupo hiriendo a uno de ellos, sino que, cuando se vaya alguien, ya haya sido integrado otro, de tal modo que los grupos no se resientan: el equipo, el plantel, el grupo, las psiquis de sus miembros.

No se debería hacer titular a alguien que previamente no se haya hecho aceptable por el grupo, como parte del plantel y como interlocutor de referentes. Cuando Tabárez demora en ‘jubilar’ a alguno y en ‘efectivizar’ a otro, lo hace con la sabiduría de saber todo eso, con la prudencia de saber que no es responsable jugarse ya y ahora por alguien que hizo tres goles el domingo pasado, o borrar a alguien porque no paró a nadie en el último partido.

Sabe que a veces el decadente puede rendir mejor que el ascendente, que podemos necesitarlo aún. Y no podemos desmoralizarlo porque hay psiquis, grupos, planteles, equipos y vínculos que median para una buena performance individual y colectiva y que no pueden dejar de priorizarse hasta pragmáticamente.

También, otro factor no menos importante, es que para manejar un grupo se debe tener la paciencia y la fortaleza de tener la responsable autoestima como para no hablar mal de nadie ni vender secretos en público. A Tabárez se le ha criticado que jugaba defensiva y verticalmente, a la antigua, con la bañadera adelante del arco, mordiendo en el medio y con pelotazos para que se rescaten los puntas.

No podía decir entonces, quizás tampoco ahora, que estaba jugando ‘a la Artigas’, con perros cimarrones; pero ahora que tiene soldados formados en Europa luego de pasar por el centro de alta competencia y las selecciones juveniles, puede probar jugando de otro modo y pasar al extraordinariamente compacto sistema con el que debutó en el Sudamericano en el partido con Ecuador. A la siempre eficiente defensa, se le suma un mediocampo que espera menos y anticipa más, con mejor trato de pelota hasta para facilitar el descanso en el medio.

Uruguay mostró un equipo más corto, que permitió, por ejemplo, que Cavani juegue por toda la cancha y golee de lujo, que Lodeiro al fin rinda lo que puede, ayudando como volante al lateral y llegando por el centro cuando la cancha se abre por derecha, arrastrando hacia el medio para Laxalt, y tirando córners perfectos por comba y punto de llegada. Todo sumando para que los dos monstruos de punta estuvieran mejor alimentados.

Todo esto que se vio en el partido con Ecuador lo ha hecho Tabárez con sabiduría de lectura y experiencia de cancha, ignorando al periodismo deportivo y a la gente influida por el ruido mediático.

Cambió y renovó con sabiduría, responsabilidad y respeto; con prudencia, persistencia y perseverancia.

(*) Extraído de Caras&Caretas on line

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