Diferentes varas para medir la democracia y los DD.HH.

Por Esteban Valenti (*)

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) fue creada el 23 de febrero de 2010 en una sesión de la Cumbre de la unidad de América Latina y el Caribe, en Playa del Carmen (México). Posteriormente, en la Cumbre de Caracas (Venezuela), los días 2 y 3 de diciembre de 2011, el organismo quedó constituido definitivamente.

Recientemente se reunió nuevamente en México con el Presidente Andrés Manuel López Obrador como anfitrión y a la que no concurrieron ni el presidente de Brasil Jair Bolsonaro, ni el de Colombia Iván Duque Márquez, por claras razones políticas e ideológicas. Tampoco lo hizo el Presidente Argentino Alberto Fernández por la crisis política que vive su país.

Es notoriamente una creación que, desde el inicio apuntó contra la OEA y al funcionamiento de una comunidad sin los países ricos del norte de América (Estados Unidos y Canadá), es decir que todos sabían que tenía una tendencia alternativa y una orientación predominante anti Estados Unidos.

En ese ámbito al que el Presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, decidió participar, no precisamente por distracción y concentró sus baterías contra Cuba, Nicaragua y Venezuela. Se le sumaron otros mandatarios, como el de Paraguay y el de Ecuador, pero la punta de lanza notoriamente fue el mandatario uruguayo. Tenía sobrados motivos.

Uruguay, a pesar de que la mayoría de su población se ha expresado en diversas encuestas contra los regímenes de Maduro y Ortega y muchos ciudadanos de izquierda ni siquiera reconocen estos gobiernos como de izquierda y los califican de dictatoriales, no sucede exactamente lo mismo que con Cuba. Prácticamente nadie reivindica aplicar el modelo cubano  ni remotamente similar en Uruguay, pero hay matices importantes en relación a la valoración de Venezuela y Nicaragua.

China, ha manifestado en diversas oportunidades su apoyo a estos países y gobiernos.

De todos los países cuyos presidentes hablaron contra esos países, por lejos, Uruguay es el país donde Cuba cuenta con mayor respaldo popular. Con razón o sin ella, pero la tiene. Por lo tanto un discurso que busque expresar una política de Estado y nacional, difícilmente tendría esa agresividad manifiesta, planificada y con otros claros objetivos.

Lo mismo podría decirse de la opinión contraria a la OEA en el Uruguay.

Eso no niega que la opinión de las fuerzas del gobierno multicolor es claramente y desde siempre contraria a esos gobiernos. Las banderas que se levantaron fueron la democracia, la división de poderes y la violación de los derechos humanos.

Otros países de la región y del mundo padecen situaciones gravísimas o graves en ese mismo sentido sin que el presidente uruguayo se haya sentido obligado a la más mínima mención. Violaciones de la legalidad constitucional y de los derechos humanos con miles de víctimas en Bolivia, en Paraguay, en Colombia, en incluso en Brasil.

Pero en esa cumbre había, en especial para Uruguay un invitado de piedra: China, y su famosa oferta de un Tratado de Libre Comercio (TLC). La segunda etapa del viaje del presidente uruguayo es en los Estados Unidos, a la cumbre de la ONU, pero con contactos con diplomáticos norteamericanos.

Una de las principales preocupaciones del Departamento de Estado y varias agencias norteamericanas en este momento en relación a América Latina es insólitamente, pero no tanto, la negociación y el avance del TLC China -Uruguay. Choca frontalmente contra sus intereses, sus planes y sus objetivos en la región y en el mundo. Y ya se han producido en Uruguay y en EE.UU. varias reuniones para analizar esta nueva situación, a la que se agregan las declaraciones de Uruguay de que permitirá a empresas chinas (Huawei) participar en la instalación de la red G5 de Internet. Terreno recontra prohibido en EE.UU.

Analizando el conjunto de estos elementos se logra comprender y explicar el vigor presidencial de Lacalle, que no tuvo el menor interés en expresar en la CELAC una postura de Estado y con una representación del conjunto de sus ciudadanos y se concentró en preparar su llegada a los EE.UU. Fue su portavoz en México tanto contra los tres regímenes como a favor de la OEA.

No me siento en absoluto afectado por esta argumentación, pues tantas veces como fue necesario y pagando un alto costo por mi propia historia y muchos de mis compañeros condené con fundamentos, datos y energía política e ideológica el fracaso de los regímenes monopartidarios y sus violaciones de las libertades para sus ciudadanos. Lo volvería hacer.

Es más, creo que el fracaso económico, social, político que sufren, tiene naturalmente causas internacionales, pero ni siquiera el macabro bloqueo norteamericano, puede justificar el gran retroceso en su desarrollo sin considerar las causas de su sistema político antidemocrático y un modelo súper estatista fracasado.

El sistema de partido único, de monarquía familiar y de manipulación electoral siempre terminó en grandes fracasos.

Eso no me impide analizar las causas de tan violenta militancia internacional del presidente Lacalle, excluyendo a una buena parte de su propio pueblo de sus posiciones, a menos que… el comercio, los tratados, en definitiva la plata sea la vara con la que medir la libertad y el respeto por los derechos humanos y también tranquilizar o mejor confirmarle al gran y potente amo del norte que la fidelidad está fuera de discusión.

Ese mismo país, que traiciona a sus socios, en Afganistán llevándolos a una de las derrotas más amargas, más criminales, cerrada con el broche desesperado y de horror de seguir asesinando civiles, en particular 6 niños, como lo hizo en su último blitz con drones. Cobardes y bestias.

¿Ustedes leyeron alguna condena de parte de nuestro sensible gobierno ante semejante atrocidad?

O más reciente aún, la puñalada por la espalda a su socio y aliado, Francia al crear una nueva alianza militar AUKSA (Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos) para robarle un contrato de miles de millones de dólares firmado en el año 2017 para la construcción de submarinos para Australia.

Y es el presidente Joe Biden, no Donald Trump.

Ver y creer las maravillas de la diplomacia mundial y los saltos mortales llenos de moral y principios.

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(*) Esteban Valenti: Periodista, escritor, director de Bitácora (bitacora.com.uy) y Uypress (uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine  (wsimag.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias). Uruguay

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