LA CIVILIZACION OCCIDENTAL y CRISTIANA / Por Esteban Valenti (*)

Es una expresión que casi no se utiliza; con el fin de la Guerra Fría entró en desuso. En mis tiempos mozos era la gran frontera, el gran polo contra el comunismo. Ahora está reapareciendo pasito a pasito como el refugio de la civilización contra el mundo islámico. Todavía no incluyeron el peligro amarillo, pero es por razones comerciales…  En realidad, la narración de la historia universal se realizaba en Europa en términos eurocéntricos, y aunque el concepto se extendió a América y sobre todo a los Estados Unidos y a Canadá, incluyó a Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, que de occidentales tienen bien poco.  Cuando Cristóbal Cellarius realizó la periodización de la historia, lo hizo a partir de procesos de la historia europea para establecer los hitos divisorios de las edades Antigua, Media y Moderna. Pero, simultáneamente a los descubrimientos geográficos y al establecimiento del primer y moderno sistema mundial, el colonialismo y posteriormente el imperialismo reforzó el concepto que pasó de la visión eurocentrista al concepto del mundo occidental, obviamente no como concepto geográfico (occidens: del latín, puesta de Sol, es decir, el oeste) sino como concepto político.

Las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945) se desarrollaron a nivel global, pero comenzaron y se definieron en Europa y en el marco de una disputa del mundo occidental, y si bien el Eje incluía a Japón, Italia y Alemania, el motor fueron las ideologías nazi-fascistas de claro origen europeo y occidental. Algunas de las peores plagas de la historia de la humanidad -el racismo, la xenofobia, el Holocausto- se desarrollaron, crecieron y produjeron sus terribles resultados en Europa y a partir de esa civilización occidental.
También es cierto que las grandes revoluciones (norteamericana, inglesa, holandesa, francesa, rusa y la industrial), las ideas que transformaron durante los últimos doscientos cincuenta años el planeta y el propio concepto del progreso nacieron en las mismas tierras y de los mismos pueblos. Nada es plano y lineal.

Pero en los escritos de algunos autores actuales, inclusive uruguayos (Julio M ª Sanguinetti), comienza a consolidarse el concepto de que estamos en una nueva etapa del choque de las civilizaciones, y cualquiera comprende que el bien está totalmente asumido por el mismo bloque de siempre: la civilización occidental y cristiana. Es Carnaval. Habría que escribir sobre cosas ligeras, evasiones varias, ocultarse por unos pocos días detrás de las máscaras y los disfraces para vivir en otra realidad, como un recreo de este mundo tan preocupante, pero es difícil cuando nos llueven todos los días las noticias desde dentro del mundo occidental y sus alrededores, con directa intervención de sus ejércitos y sus políticos.

La guerra en Ucrania (porque de eso se trata y esperamos que el alto al fuego dure y se consolide), la asfixia de Grecia, la sistemática destrucción en el norte de África y en Medio Oriente y el terror y el terrorismo a niveles planetarios que incluso ha golpeado nuestra región (AMIA) y nos acecha. O los miles de muertos ahogados en el cruce del Canal de Sicilia, huyendo de la peor miseria africana.
Ya no se trata de comparar los momentos de esplendor de la cultura mora, del mundo islámico durante varios siglos muy superior a Europa; se trata de asumir la tragedia del hoy, de la incapacidad de pasar de la Guerra Fría a una convivencia real y pacífica por parte de la humanidad, no basada en buenas e inocentes intenciones, sino en un mínimo de cordura y sentido de humanidad. Todavía hay 11.000 armas nucleares de alto poder en el mundo

capaces de destruir todo vestigio de vida en la Tierra más de cien veces. Son pocas las voces que en este concierto de entrega de valores y principios se elevan con fuerza reclamando un cambio radical, profundo en la cultura universal. La ruta es la de siempre, la de las armas y el terror, de los terroristas individuales y fanáticos y de los estados terroristas que actúan la guerra de las civilizaciones, a veces sin proclamarlo

(*) Periodista y coordinador de la revista Bitácora.

Foto: Escultura «Civilización occidental y cristiana» realizada en 1965 por el argentino León Ferrari, ganador del León de Oro en la 52ª Edición de la Bienal de Venecia en el 2007.

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