A mi hermano… / Por Bettina Silva Carneiro

En Nepal… allá lejos, en un país sin salida al mar de Asia, sobre el Himalaya rodeado por China y en el sur por la India y toda su filosofía, una humilde barcaza despide a las almas. Acá, por este lado del mundo el 2 de noviembre que yo recuerde siempre llueve …

Hace casi dos años que le digo a mi terapeuta actual, que no tengo recuerdos de mi primera infancia…por algún mecanismo de defensa plena mi subconsciente bloqueó las vivencias dejando una especie de nube blanca y espesa. Esa misma mente dormida, que por alguna rara razón silenció en mi la voz de mi abuelo y que aún no logra recuperarla. Sin embargo, convencida de que son las emociones las que disfrazan y/o silencian a nuestra mente y no a la inversa, no hace mucho, los recuerdos, las vivencias y hasta los sentimientos del momento empezaron a “caer” como fichas de slots…como fotografías en un power point, imágenes de una película con diálogos, secuencias y desarrollo.

Me parece increíble como una pérdida, que sucede en un momento y tiempo inesperado…y si es que existe, momento o tiempo esperado o son solo ideas, mueve un sistema familiar, quiebra el silencio, el no-decir, desata un nudo, abre una puerta, despabila de la dormidera a algunos…, y demuestra una vez más que en las familias, los niños y los viejos resultan siempre los más sanos, por la inocencia del amor puro y a pesar de la edad, los prejuicios y estructuras de otras épocas, la rigidez y la resistencia. A mi me resulta fuerte…me resulta un precio muy alto y duele…duele hasta en los huesos.

Creo que la culpa es un bicho bravo…como la termita. Hace su trabajo suave-lento, prolijo casi perfecto…durante mucho tiempo come, come y come la madera, casi sin que nadie se de cuenta y va haciéndose gorda y fuerte; sin rastros va dejando un hueco profundo, y que si bien taponear no es tan, tan difícil para que no jorobe y haga caer un todo, siempre queda la huella de su paso y ya no es lo mismo…por esta razón es un camino que no hay que tomar, lleva a lugares oscuros que nada aportan y hay que intentar estar alerta de que ninguno de estos bichitos se escabulla…colándose entre nuestras cosas. Creo que también por eso hoy, me desperté después de un sueño largo con la necesidad de una despedida, no desde el olvido, muy por el contrario…desde la presencia, el recuerdo bien y el amor fraterno. La vida y la muerte tienen esa ambigüedad de que van juntas…y la vida precisamente que está en camino, me hace sentir todos los días haciendo vibrar mi vientre, con un corazón que suena como un tamborcito y un cuerpito acrobático que dice presente que la vida sigue, y recobra sentido día por día.

Recuerdo el relato del niño que iba en la fila con su velita apagada, y yo quiero ayudar hoy, a que tu lucecita permanezca encendida y sea conducida a donde hayas elegido ir…a donde puedas ir y te permitas llevar.

La última vez que nos vimos, yo me reí de tu cabeza llena de canas enruladitas y bromeamos con que a los 35 años ya tenías una cabeza de “viejo” y vos me dijiste que estaba más bonita, más que la última vez que me habías visto a razón de estar llegando a los 30. Les conté a Juan Martin y a Juanchi que habías sido el golero de Oriental y ellos admirados, te pidieron consejos y las reglas, mientras por mucho rato jugaron a la pelota en el patio de la Yiya. Yo me reía, lo disfrutaba aunque sumergida en cajas y cajas de papeles algo buscaba, siempre buscando…Fue un lindo domingo. Corto…

Hace un tiempo que las diferencias nos habían alejado un poco, tan raros!…últimamente hablábamos seguido, en las cercanías habíamos estado mucho, sobre todo en la niñez…

Recuerdo aquella vez que pretendimos “adoptar” unos patitos del zoológico que andaban perdidos…los llevamos a casa después de un paseo sin que nadie se diera cuenta, no sé ni como. Nos encerramos en el baño y en un latón “grande” de plástico pretendimos armarles una laguna con yuyos y todo…hasta que nos descubrieron, pah! Tuvimos que llevarlos de nuevo al zoológico pero en bicicleta! Para mi toda una experiencia, ir cuasi sola en bicicleta era como una vivencia subreal, antecesora de la independencia.

O cuando hacíamos tratos en cada Turismo, para que me llevaras a las piscinas de las termas…yo bicho del agua, desde que habría los ojos me calzaba la malla pretendiendo chapotear el día entero. Vos me seguías el tren…a cambio de que no contara sobre los cigarros La Paz sin filtro que le sacabas a escondidas al Yuyo y pitabas bajo un árbol mientras yo, “lagarteaba” en los “chorros”. Me acuerdo que un día te diste de cabeza en una piscina al tirarte del trampolín, siempre te tirabas como un loco! La nariz te sangró tanto, que en el nerviosismo y el susto corrí a contar y ya largué lo del trato, los cigarros La Paz, ya todo…la paliza que te dieron fue grande, me sentí horrible pero olvidándonos todo volvimos en el viejo “Lobizón” jugando al veo veo por la ruta en el asiento de atrás, como siempre y como si nada…Como en las idas a Rivera, o a los campeonatos de Oriental cuando jugabas en el Baby Fútbol.

En las viviendas de Maria Esther Castrillón, todos andaban atrás tuyo como líder de la pandilla…y yo entreverada, siempre con la cartera roja de charol y los suequitos de madera, con los que rodé un día por la escalera. Vos y los perros en la vuelta, el jeep, en el que más de una vez saliste pisando el freno…como me peleabas! cuando me decías que a mi me habían encontrado bajo el puente del Sandú y yo lloraba y escribía historias mentales frente al gran ventanal con un existencialismo puro y poético.

Mis amigas te tenían un miedo feroz…las perseguías por todo el apartamento compenetrado en el disfraz de que eras Rambo, yo por momentos te odiaba y en otros disfrutaba tanto que pegaran esos alaridos, particularmente la flaca Mariana. Nos reíamos de los “va tirá bomba” y para el Fran Pedrozo eras el ídolo, siempre atrás tuyo…haciendo cualquier cosa. Éramos medio salvajes después de todo.

También cuando teníamos al enorme conejo negro, “Azabache” y todos los días íbamos a lo de los abuelos a darle zanahorias y hojas de parra, ya de paso nos jugábamos una guerra de naranjas y el Tata quedaba enojado por el desperdicio pero nada que un “Salta Violeta” un beso y un abrazo no solucionara.

Adorábamos conversar con el tío Bebe, sus tiempos de tupamaro, la revolución…la dictadura, hace poco volví a escuchar un término que solo se lo había escuchado a él, “la involución”. A la Yiya no le gustaba, y le decía al pobre viejo que dejara de contarnos esas historias…que a nosotros nos intrigaban e insistíamos en conocer. Una vez, ya grandes…quedamos tan impactados que me acuerdo que nos fuimos a la Laguna de las Lavanderas, y con una cerveza mediante nos alimentamos mutuamente de ideología…nos acompañó mi novio entonces, y después me dijiste “ese no es para vos, está por fuera de todo, no entiende un pomo”. Para entonces vos y yo leíamos Allan Poe y al tío Bebe…

Una Navidad también la pasamos así; sentados en el portal de Dr. Ivo con la Yiya atrás…mientras tiraban fuegos artificiales.

Ahí también una vez, escondimos un tesoro en la lata – valijita de El Trigal celeste con los motivos de personajes de Disney que el abuelo Baltasar te había regalado cuando cumpliste 1 añito de edad. Le pusimos un almanaque, nuestra foto con el Azabache y un objeto querido de cada uno…dijimos que algún día alguien, tal vez otros niños iban a desenterrar el tesoro que escondimos bajo el pino que plantó Walter. Hace no mucho tiempo encontré una valijita igual, igual en la feria de Tristán Narvaja…

Quise darte mi mano, quise…nada es tan fácil por eso también hoy…aquí, saludo a ese lugar que hay en ti, que es el mismo lugar que hay en mi. Mi alma se inclina hacia la tuya y con toda la paz posible y el amor en mi te dejo ir…Namaste.

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