
Mayo es una herida abierta que canta bajito.
Una voz que no grita, pero tampoco calla.
Treinta veces hemos caminado en silencio.
Treinta veces hemos dicho: Nunca Más.
Treinta veces hemos preguntado: ¿Dónde están?
Y todavía seguimos caminando,
porque la memoria no es una fecha,
ni una consigna que se repite,
sino un acto de amor persistente.
Una lámpara encendida
en medio de la oscuridad del olvido.
La memoria no se hereda: se construye.
Se cuela en los relatos familiares,
en las fotos descoloridas,
en las cartas sin firma,
en las palabras que aún tiemblan en los labios de quienes siguen esperando.
Recordar no es mirar hacia atrás:
es sostener la dignidad de quienes fueron arrancados del tiempo.
Es trazar un mapa —propio, familiar, colectivo—
para no perdernos.
Para saber de dónde venimos
y hacia dónde no queremos volver.
La memoria es también libertad.
Es pensamiento.
Es posibilidad de decir “esto no”,
de alzar la voz,
de defender la vida y los sueños.
Nos enseñaron que recordar dolía.
Y es verdad.
Pero también aprendimos que olvidar mata.
Hoy, como cada mayo,
el silencio se vuelve grito.
Y el grito, abrazo.
El plan de la mariposa sigue en marcha:
ese plan que transforma el dolor en vuelo,
la ausencia en semilla,
la historia en esperanza.
Treinta veces Nunca Más.
Sepan cumplir.
¿Dónde están?
(*) Bettina Silva Carneiro
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