En El Cairo… / Texto de Pablo Rosas

Lo que me gusta del Cairo es el quilombo. Esa fue la conclusión con Ana, la catalana que conocí en el hostal de Dahab, mientras compartíamos un café y una shisha tirados en alfombras y almohadones.

Lo que más disfruto es perderme en el bullicio de la ciudad. No son pocas las veces en que uno tiene que esquivar andamios, autos, y multitudes. Comer un koshary, comer frutas, tomar café con cardamomo, entrar en perfumerías donde te crean una fragancia personalizada en tu propia piel… Lo que me embola del shopping, En Cairo se convierte en un divertido pasatiempo.

“Eso es Londres, y allá está Italia”, me decía un taxista de Indrive, mientras cruzábamos sobre los techos de Attaba. Arriba, la colonia europea refinada; abajo, el caos: esquivar gente y regatear para sobrevivir. Un día le pregunté a un chico cuál era el deporte nacional, y me respondió que el fútbol. Yo, medio en broma, le dije que el regateo, y se sonrió.

El Cairo pone en juego tu vida en cada esquina; todos los autos tienen algo de tocados. Ya ni se preocupan por los rayones. Cairo es la ciudad donde los perros se echan en los techos de los autos. Es tan caótica que, a esa altura, encuentran algo de calma.

El Cairo es como una piña bien dada, pero si transitas despacio, te das cuenta de que los ojos detrás del hijab te sonríen.

Es la ciudad donde el jugo de naranja no es de cajita…

  • Extraído de Facebook.

(*) Pablo Rosas Ramírez es hijo de los tacuaremboenses Telmo Rosas y Silvia Ramírez.

 

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*