EL DISCURSO VACÍO / Por Hoenir Sarthou

Uno va casi por cualquier calle de Montevideo y lo ve clarito. “Tío, ¿sale una chapa pal vino?”, o “Vecino, ¿hoy va a hacer una fuercita, no?”, son frases típicas con las que, en cualquier esquina, uno, dos, tres, cuatro, cinco y a veces más muchachos –y no tan muchachos- reclaman dinero, cigarrillos, o lo que sea. En general no son violentos ni incorrectos. Pueden intimidar un poco por su número, por el deterioro físico y la falta de aseo, o por la mirada ávida y rapaz con que lo calibran a uno observando la ropa o el auto del que ha bajado. No siempre tienen aspecto miserable. Algunos se ven fuertes y parecen bien alimentados. A veces lucen los championes y las gorras de moda en la estética “plancha”, caros, inexplicables en su poder.

Después uno llega a su casa, prende el televisor, y lo inundan las noticias de asaltos a panaderías, supermercados y locales de pago. Comerciantes heridos, menores que “se dieron a la fuga”, vecinos indignados, periodistas que azuzan, policías que balbucean.

Por último, recomiendo hacer una recorrida por ciertos barrios de Montevideo. Nada exótico. Unas cuadritas al norte de 8 de octubre, o de Avenida Italia, o el entorno de General Flores más allá de Propios (disculpen, para mí sigue siendo “Propios”). Visiten las ferias vecinales, o el “Montevideo rural”, y verán. Son muchos miles de personas, algunas muy jóvenes, que a cualquier hora del día están ahí, en las puertas de sus casas o en la esquina, haciendo nada concreto, hablando, riéndose, mirando a los que pasan. Son “ni-ni” (ni estudian ni trabajan). Ni tienen futuro, ni esperanza de tenerlo, y muchos ni tienen conciencia de no tenerlo. Eso sí, casi todos tienen o tendrán hijos.

La derecha – La derecha uruguaya tiene claro qué hacer con eso. Palo y Palo. Si se quedan quietos y en sus barrios, no pasa nada. Pero si salen y roban o molestan, más policía, penas más duras, más cárceles, mayoría de edad más temprana, para poder ir a la cárcel antes.

Claro, a uno le surgen dudas. Por ejemplo: ya tenemos más de ocho mil presos. Y la delincuencia no solo sigue sino que aumenta. ¿Qué hacemos? ¿Construimos más cárceles? Bien, ¿hasta cuando? ¿Podemos tener veinte o treinta mil presos? ¿Y los hermanos chicos y los hijos de los que están presos? Porque, si se siguen criando en el mismo entorno que sus padres y hermanos mayores, van a ser también delincuentes ¿Qué hacemos con ellos? ¿Hacemos más cárceles? ¿Qué porcentaje de la población podemos tener encerrado? ¿Cuánto cuesta? ¿Y qué pasa con ellos cuando salen? ¿No será necesario cortar en algún momento la producción de delincuencia? (hablo de la delincuencia chiquita y “plancha”, porque en cortar a la de cuello blanco no nos vamos a poner de acuerdo tan fácil, me temo).

La izquierda – La izquierda uruguaya parte de un axioma parcialmente cierto: las causas de la delincuencia son sociales y es la pobreza la que genera el delito. De allí saca una conclusión falsa: si disminuye la pobreza, disminuirá la delincuencia. Ese es el error, por el que la izquierda ve que la realidad se le escapa de las manos, por el que la inseguridad pública la desborda.

La relación pobreza (material)-delincuencia no es directa. En el medio está el factor “marginalidad cultural”. Por no tomar eso  en cuenta, la izquierda está enunciando un discurso vacío, que no da cuenta de la realidad, que no convence y que a breve plazo traerá consecuencias muy penosas

La pobreza es falta de recursos materiales y es relativamente fácil solucionarla. La marginalidad cultural es mucho más compleja. Significa una ruptura con los valores y códigos que rigen la convivencia social, una desidentificación con las pautas de vida que posibilitan esa convivencia. En origen es fruto de la pobreza, pero, una vez establecida, ya no se soluciona con dinero ni con beneficios materiales. Al contrario, el dinero y los beneficios materiales gratuitos pueden consolidarla.

Al que ha perdido los hábitos de trabajo y los códigos de solidaridad con la familia y los vecinos, al que asume que es suyo todo aquello de lo que puede apoderarse y que el que da es un “gil” y el que recibe un “vivo”, de nada sirve darle dinero ni ofrecerle trabajo, construirle casa o regalarle comida. Aprovechará esos beneficios (salvo el trabajo) con la misma naturalidad con que antes aceptaba no tenerlos, pero en su cabeza seguirá estando al margen. Seguirá creyendo que recibe porque es vivo, o porque tiene derecho,  y que nada le debe a la sociedad que le da ni a nadie. 

Flacas vacas y erradas políticas – El mensaje de este artículo es simple y duro. Tras siete años de gobiernos frenteamplistas, la marginalidad no disminuye sino que crece. Formalmente habrá menos pobres (si medimos la pobreza por la cantidad de dinero recibido) pero sustancialmente hay mucho más marginalidad cultural, más gente que no se inserta ni laboral, ni educativa ni socialmente. Las políticas sociales y educativas seguidas en estos años son erróneas y deberían ser revisadas. Reconocerlo es inevitable. La cuestión es si lo haremos ahora o dentro de cinco o diez años, cuando las consecuencias sean más irreversibles que ahora.

¿Qué hacer? ¿Existe una alternativa? – Para empezar, dejarnos de estudios y de diagnósticos. Cuando las estadísticas demuestren que diez años de políticas sociales asistencialistas fortalecieron la marginalidad cultural, acrecentando la inseguridad pública y la deserción del sistema educativo, ya será tarde. La realidad lo está gritando ahora.

Los remedios son clásicos. La marginalidad cultural se combate con trabajo y educación, o con educación y trabajo, como se prefiera. Y aun eso si se actúa sobre la población joven, porque buena parte de las personas ya encallecidas en la marginalidad será irrecuperable y habrá que asumirlo.

En síntesis, todo beneficio a personas física y mentalmente aptas debería estar ligado a la educación que reciban y al trabajo que realicen. Orientar las políticas sociales hacia la inserción educativa y laboral implica un cambio de paradigma para la izquierda y para el gobierno de izquierda.

Un cambio imprescindible y urgente.

De Semanario Voces

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*