EN EL FONDO DEL TARRO: Los departamentos que no pueden levantar cabeza / Por Sebastián Panzl

El noreste del país muestran las peores cifras económicas y sus habitantes esperan que el desarrollo golpee su puerta de una buena vez Hay un Uruguay al que la historia parece haber condenado a quedar rezagado. Ya desde los tiempos coloniales, el desarrollo giraba en torno al puerto de Montevideo y los despoblados campos ubicados al norte de la Banda Oriental despertaban poco interés. Pasaron dos siglos, pero esa zona del país cercana a la frontera con Brasil aún espera ansiosa que de una buena vez por todas la prosperidad golpee su puerta. Los más veteranos tal vez tengan pocas esperanzas. A lo largo de sus vidas han visto pasar gobiernos blancos, colorados y frenteamplistas, pero los vientos del desarrollo siempre soplaron hacia el sur.

La estructura económica del país podría definirse como una perfecta «L». Los sitios más prósperos han sido históricamente aquellos departamentos ubicados sobre el Río de la Plata y sobre el Río Uruguay. El desafío de las políticas públicas es grande: vencer las desigualdades territoriales y acercar mayores niveles de bienestar al resto del país. Pero no es sencillo.

Un estudio realizado por el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República advirtió sobre los serios desequilibrios territoriales que muestra Uruguay. El informe elaborado en agosto de este año, al que accedió El Observador, tomó en cuenta tres parámetros a la hora de intentar echar luz sobre el tema: el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita departamental, la cantidad de empresas por habitante en las diferentes regiones, y un grupo de variables sociales como la educación, el acceso a la salud y la pobreza.

La sumatoria de esos indicadores permitió discriminar el nivel de desarrollo de los departamentos de acuerdo a las siguientes categorías: alto, medio alto, medio bajo y bajo. Las zonas más depreciadas son justamente las que quedan por fuera de la «L» del desarrollo: Cerro Largo, Artigas, Rivera y Tacuarembó.

En materia estrictamente económica, las cifras son elocuentes. Si se toma un índice de PIB per cápita (que expresa el valor agregado de una región o país para producir bienes y servicios), siendo 100 el valor para la media del país, el desarrollo productivo de Artigas y Rivera apenas alcanza un 69% , mientras que Cerro Largo y Tacuarembó llegan al 71%.

Montevideo, por ejemplo, muestra cifras que lo sitúan en un 125% (25% por encima de la media nacional), mientras que Río Negro, de la mano de la inversión de la planta de celulosa de la firma finlandesa UPM, muestra un envidiable 157%.

Adrián Rodríguez, coordinador del grupo de desarrollo local del Instituto de Economía de la Universidad de la República, dijo que en los últimos años ha habido inversiones en esas zonas deprimidas, pero alertó que es muy difícil romper con lógicas que tienen muchísimos años.

«El reciente período de crecimiento económico ha venido con nuevos emprendimientos productivos en regiones que antes no recibían estas inversiones.¿Pero se acorta la brecha histórica de desarrollo entre norte y sur? Esto todavía no se refleja en los indicadores relativos de bienestar. Transformar esto en desarrollo local es un gran desafío, no es algo automático», dijo el economista.

«Es necesario construir capacidades locales y regionales para encontrar los caminos del desarrollo territorial y para eso son claves las políticas públicas», agregó el doctor en Desarrollo Económico.

UPM y el debate político –

La realidad de estas brechas territoriales es innegable, pero luego entran en juego las diferentes visiones entre el gobierno y la oposición respecto a qué tan acertadas son las políticas públicas en marcha.

A la hora de defender su estrategia, el gobierno tiene bajo la manga nada menos que la eventualidad de concretar en el centro del país la llegada de la mayor inversión de la historia: la segunda planta de celulosa de UPM. El 7 de noviembre, luego de la firma del contrato de inversión entre el gobierno y la empresa, el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Álvaro García, fue el encargado de brindar detalles. Y justamente uno de los aspectos que subrayó fue la oportunidad de llevar oportunidades económicas a las zonas deprimidas.

«El impacto en la zona centro y noreste del país es extremadamente importante y fue una parte fundamental del proceso de análisis a la hora de llevar adelante esta negociación. Esa zona tiene menor desarrollo relativo que el resto», dijo el jerarca. «El empuje que implicaría una inversión de este tipo no solo en la zona del centro sino también en la zona de influencia del noreste es especialmente considerable», agregó García.

Concretamente, el titular de la OPP anunció que, de concretarse la inversión, algo que todavía no ha sucedido, el incremento estimado del PIB per cápita en las zonas de influencia a la planta será de «entre un 10% y un 15%». El inspector general del trabajo, Gerardo Rey, por su parte, agregó en su cuenta de Twitter que la inversión generará «más de cuatro mil empleos directos en la zona».

Las cifras del gobierno no convencen para nada a algunos jerarcas que viven en las zonas relegadas. El intendente de Cerro Largo, el nacionalista Sergio Botana, discrepó con las promesas oficiales.

El jerarca departamental criticó la estrategia de planificación territorial del Poder Ejecutivo. «Si la OPP tiene todos los datos acerca de cómo se distribuye el ingreso en Uruguay y sabe dónde estamos los pobres, ¿por qué pone todas las inversiones en otro lugar? Me sorprende. En Uruguay no existe la planificación territorial», dijo Botana, economista de profesión. Al margen de las polémicas entre los políticos, los habitantes que viven lejos de los ríos que traen oportunidades económicas aguardan esperanzados que esas cifras millonarias que escuchan en los informativos se traduzcan en una mejor calidad de vida en su cotidianeidad porque, a decir verdad, a ellos poco le importan los números fríos de los economistas.

De elobservador.com.uy

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